jueves, 31 de mayo de 2007

A manera de complemento

Como odio y como me repugna la vida...carajo.
Así concluía en una determinada fecha del mes de Mayo de 1999 la preciada vida de Sir Alberto Figueredo, un artista de la manipulación, una persona a la que siempre respetaremos por medio de sus inmemorables aprendizajes. Con una vieja extensión de alambre de 2.6 mm que había conectado al único interruptor de su baño emprendió el decoroso viaje al mundo de la vida (completamente opuesto al que imaginaba don Habermas), se había recostado pulmón abierto en su lujosa tina de mármol y mientras tomaba su último respiro, hundiendo, como se hunde el dedo para empezar a pelar una lima, la extensión en las profundidades de las turbias aguas que empezaban a mezclarse con sus mantecas iniciaba una sinfonía de convulsiones que posteriormente lo llevarían a los dominios absolutos de su eterno dios: tánatos.

La más de las más

Al oír hablar de una de las místicas atrocidades de las personas amantes del sin embargo se nos ocurrió añadir aquí una nueva pretensión sin desfogues: esa que todos llaman el empuje de tánatos, aquella pulsión de muerte que supo afamar a muchos y llevar al oscuro rincón a muchos otros, a los amantes de eros, sobre todo a ellos, los amantes compulsivos de un eros aniquilador. Pero no queremos aquí elucubrar sin condiciones sino más bien dejar una imagen del tipo o negativo que siempre nos gustó: manifiéstate...solo di que sí!!!