miércoles, 6 de junio de 2007

Pipiolini Tartufus

Las alas rancias de la opacidad me esbozaron los primeros intentos; había sido mientras en el suelo veía los restos de un bollo mal mascado conquistados por un moho digno y locuaz; fue en esas esquinas del tiempo cuando me propuse mitigar vehementemente las agrias hambres de mi consciencia.

Cuando al caminar por los callejones oscuros del famoso "dirty king" supe que no era más el que pensaba ser empecé a sugestionar y, con ello vino, la especulación, y con ello el placer... A modo de comentario sugerimos que se siga llenando esta fracasada continuidad, una continuidad que en sí es caos pero no destrucción, es muerte pero es también reencarnación. Siga....

Mutilatus preventus


Lo que viene tiene que ver con algo sólido, algo que además de sólido es singular y único: lo siguiente se trata de una duración, una permanencia.

El hombre había durado en esa provocación perversa sin sentirse, fatalmente, vencido.

Por haber durado había, además, comprendido su condición de funesto, el hombre se había comprendido duro y fiel a la provocación, a la inmutable provocación de seguir estacionado ahí sin ánimos de mutar a una aún más perversa tranquilidad, una relajada forma de quedarse, como dirían, forzando las palabras, aquellos petulantes, in situ.

El hecho de quedarse in situ implicaba que las cabezas de quienes poco le comprendían se irritarán más de lo que estaban instigándose a detonar y manchar la serenidad de psicopatías inicuas, infames y crueles.

El hombre había permanecido en esa provocación malsana. Una provocación que poco tiene que ver con el beneplácito de quienes se piensan en el aparato definitivo de la misericordia. Si esa provocación era malsana era justamente porque la enfermedad a la que daba contenido adquiere manifiestos hechos, relaciones y sensaciones que van más allá del simple mirar, no del simple ver sino del simple manosear y hurgar unos fuegos tan internos que son dominios ya de holocaustos y llamas…y así

Nuevos usos de la agriera


Cuando se descubrió que el dominar al vecino sería, sobremanera efectivo para crecer, los que eran chiquitos empezaron a ser grandes…

Se ha venido a parar en mi cabeza la idea de que si somos nosotros los de la fuerza precaria y la mente agria no nos queda otra manera de acatar la realidad que apostando los bienes y los males al más solemne de los placeres: la bebida.

Sin duda creceremos, porque cuando se bebe se crece, eso lo saben los que han bebido lo suficiente y se han hecho gigantes, pero claro, se les ha hecho chiquito el hígado.