lunes, 8 de octubre de 2007

Endiablados venados renovados

Las macabras andanzas de Lucrecio Artigas significaron lujosos maniqueísmos en los ministerios del placer. Artimañas bondadosas hincharon las estirpes blandas de quienes recibieron la noticia, casi tan similar al episodio en el que Larsen baja de la buseta y asienta su maleta en el empecinado piso de Santa María mientras estira sus brazos para que la tela de su casimir mohoso tope sus puños de nudillos disgustados. Tarde o temprano las majestuosas penitencias de sus caminares se volverán olvido y tendremos que volver a mirar sitios ocultos donde se escondan migajas de señoríos vanos...volvamos la vista y signifiquemos lo que significó un hombre como Lucrecio Artigas, un solemne exponente del mal, un leudante ejemplar de protervos e infernales despistes...