martes, 13 de noviembre de 2007

La saga de Peyuco (I)

Pedro Cifuentes, en incontables ambientes y soledades conocido como "peyuco", comprendió aquella noche que sus pueriles litigios con la pubertad empezaban a sentenciar su trama final. Entonces, su cuerpo minúsculo prolongaba aquellos dominios arteriales, fragantes y libidenscos hacia unas soberanías impuntuales. Sabía, casi sin sentirlo, que sus pies, ahora anchos, cuadrados, duros, venosos, habían abandonado el impostergable proceso litúrgico y habían iniciado, en paralelo a su cuerpo ancho, cuadrado, duro y venoso su arribo a un mundo desconocido, un mundo de esencias fragmentarias donde aquellas patologías de la memoria empezaban a transformarse poblando manifestaciones informes, es decir, vacías sin dejar lo absoluto, finalmente terminadas, algo corruptas, si. Peyuco iniciaba una aventura que duraría 20 pretenciosos años; iniciaba en aquel momento un proceso, una intensa negociación que acabaría en sus tardíos años de vejez.

Arbitrio textual de escuetas posaderas

Efímeras limitaciones se detienen frente a la implosiva fachada. En verdad no se ve mucho más allá. Aquel "en el fondo" vacila, medita y finalmente escupe unos agrios bríos de tenues romances. Siempre esas consciencias deshilachadas prefieren desembolsos sobrios que legitimen su insigne derroche. Así el complejo del cual eran parte empezaría a derrumbarse agrietando las alternativas.