miércoles, 12 de marzo de 2008

300 segundos

El maniquí seguía donde lo habían visto. Había dejado de agitar sus brazos. Ahora los canallas que lo había hecho arrodillarse se apagaban...tenuemente se apagaban, no estaban más, sus huella eran solo huellas bosquejadas innoblemente, sin embargo los canales que estipulaban los propios estatutos de su miseria (la del maniquí) volvían a intentar incorporarse pero se apagaban casi manifestando lo letal. Los brazos estaban tendidos sobre una plancha dorada, seguían su curso, las manos habían sido arrojadas como ensayando una señal, era una señal indicativa, el largo dedo central indicaba algo... El maniquí sabía, siempre se supo que el sabía...En la dirección que indicaban los dedos, si se voltea la mirada bruscamente, el asombro será magno, si se voltea esperando algo, vaticinando algo parsimoniosamente, el asombro casi se desvanecerá....sin embargo el pájaro muerto que reposa en la posición que el maniquí indica indica también otras cosas....

martes, 11 de marzo de 2008

La doble vuelta. Relato sin brazos ni piernas. Colofón absurdo: ¿donde está?

Al atravesar el frío que provocaba una envestida de alegorías siniestras supe que debía volver, un ligero escalofrío empezó a poblar mis brazos, luego mis piernas y finalmente mis pies. La obligación no era más que un pretexto, siempre esa malsana ciudad me había provocado insolencias desde la partida, sin embargo esta vez era la vuelta, su incipiente reminiscencia lo que me provocaba una astuta pero menguada manifestación de deseo, un deseo que a pesar de ser rancio lo seguía volcando en los espesores del frío inclemente que perturbaba algunos de mis más agitados miembros…empero, la vuelta no era más que una irreverente provocación para pensar en la angustia causada por la obligación.

Horrorizado con la orden del futuro comprendí que no era posible salida alguna, la vuelta me seducía y me perturbaba; los escalones, allá en el trasero espaldar de mi magnitud eran escuadrones del esfuerzo; parecían no tener posibilidades de mitigar los deseos aún incapaces, aún incipientes, aún no consagrados. Abandonar las alturas parecía ser ahora una categoría incierta entre tanta agua hecha aire. Tenía que bajar, y bajar implicaba volver. Aún más. Lo que más incitaba una trama delincuencial no era la bajada y la vuelta que esa bajada implicaba, sino la subida implicando consigo otra vuelta, una vuelta ya pretenciosa, una segunda vuelta.

La implacable necesidad, conjugada con el frío sádico, había alcanzado a licuar en mis recuerdos nuevas alergias. Ahora se trataba de la meticulosa pretensión de volver a ser, levemente, lo que nunca estuvo ocupado por fervientes aspiraciones y codicias siempre maliciosas…La vuelta seguía ocupando en el anzuelo opaco de mi efervescencia nuevas posibilidades pero sabía, finalmente, que el insólito deber que me asistía no era otro que el deber volver a volver.

Habiendo emprendido la primera vuelta, traslúcidos intentos de incorporación iban poblando la caminata absurda, el frío lastimaba ahora, menguaba el deseo, provocaba a la paciencia, ella se quería fusionar, el deseo peleaba. Los escalones, su uniformidad, su vuelta, su fomento, su extensión manifestaban aún necesidades y trastornos, impostergables manifestaciones y experticias ya se presentaban como trampas de la segunda vuelta sin liquidar siquiera las responsabilidades primarias. Finalmente todo fue fulminante…todo eso, no lo que venía…Había llegado sin pena, las ilusiones se apagaban siendo reemplazadas por anticipados juicios e impulsos…mis pies, ya tiesos por el frío inclemente que se unía a la par con una lluvia estentórea pisaban yerbas sin equilibrio, pequeños desechos amarillentos con consistencia emulsionada, lodos flagrantes, y al llegar escupían verdemente todo lo caminado. Ahora empezaba a entender que debía emprender una segunda aventura…la más dura. A cuestas iba encontrando mis necesidades encontradas. Podía poner fin a todo esto con la horizontalidad del cuerpo pero el cuerpo no era otra cosa que una pretensiosa línea poblada de curvas desmesuradas y sin masa….sin embrago la decisión estaba tomada, la ciudad no podía dejar de perturbar con su ráfaga de frío…era necesario. Todos lo sabíamos…

Iniciar la segunda vuelta implicaba varias entidades, tantas entidades involucraba ese rudimento pospuesto que empezaba a subir el tono de las manifestaciones cardiacas. Un corazón agitado iniciaba una súbita vuelta. A pesar de la asimilación tardía de su significado la vuelta actual no estipulaba en sus compendios la repentina falla rítmica….todo eso era ahora un revuelo…el frío, la lluvia, la consistencia…todo empezaba a unificarse conjurando la categoría. Saber que debía volver cuando el aparato se paraba…