martes, 22 de diciembre de 2009

Vodka y Kalua en la irreverencia del Manhattan imaginado

"La destilada arrogancia de esa mujer enferma siempre me gustó. Me fascinó y sedujo mi insípida alegría abotonada en la gabardina de un deseo todavía rancio", hablaba tenúe, en el fondo de la obscuridad nefasta de un bar en el centro de Asunción: Lleras y Rosaldo, al 2345, son nombres y números que recuerda el que estuvo ahí; el otro...por supuesto. Sin intrigas me invita a pasar, sensacionalismo apático que emana su voz descompuesta en fragmentos descocidos y aún insaboros, pero que pronto será pixeles de una nueva huída...tan pixelada como el frenético panfleto digital. Lleras y Rosaldo, al 2346, con fuego y lágrimas; manuscritos perfidos de una desidia sin ley ni pena. Lleras y Rosaldo, al 2347, llegando al MSG de los infortunados caídos del muro. Lleras y Rosaldo al 2348 de un upper west side aún oxidado por la misericordia podrida de una autoridad recién faenada; Lleras y Rosaldo al 2349, la interpretación perfecta de un desidio mal parido; Lleras y Rosaldo al límite de la %th avenue en pavimento ardiente...

domingo, 11 de octubre de 2009

La insipida ino ciencia del manso


Mas de once mil días empezaron a sumar cifras altas. Habían empezado en el dos mil. Empezaban a oler a cabras…todas esas cifras, abarrotadas de miserias y misericordias, de arengas y voluntariados cojudos…todas esas cifras inconclusas, postergadas a punto de podrirse y morir enardecidas y cuasi canónicas, sintiéndose supeditas e invencibles; no había tiempo que perder…: el precipitado enfurecimiento, el tenebroso deseo de matar y desaparecer a los espíritus hijueputas de los salinos labradores del mal (ellos en nombre de estructuras pérfidas y rancias, sometiendo pláticas generosas habían intervenidos los vernáculos criterios de los corazones mansos ante la caridad infecta de un mal fatal) se empezaba a convertir en espíritu y había invadido las extenuadas almas cristianas que empezaban a pensar en someterse al indulto lujurioso de su morbosa delicia, la misma que propiciaba su pecado inconcluso sometiéndolo carnalmente al deseo que se derrite como una miel implacable.

Entonces los enardecidos bufones criollos encendían la fiesta negada. Allá por lo alto la lujuria estruendosa de la mala educación le encantaba al bufón negro, limitado y sometido, digno, soberbio y bien parado (por la puta!); pero pertenecía al claustro de la audición, de la mira, de la sospecha, finalmente…de la imaginación. Empezaba, también él, a escuchar lo que los otros habían preferido omitir por maricones, por pobres diablos, por esclavizados roedores del evangelio que empezaba a oler mal y que desnudaba en sus vientres las malsanas ideas puras, casi tan diáfanas, como las torturas inconclusas contra Pinochet y Serafín, contra Trujillo y Miki Maus, contra Flores y su epidémica república, contra el mal reflejo y la mala maña…fugando y fugado su espíritu, con la rabia y la cordial necesidad de saber insolente su lucha ante la estúpida y misericorde intención soberbia… se entregaba al deseo incorrupto de pelear por su alma herida dibujando con sus pies aún negros…el camino hacia la libertad.