lunes, 19 de abril de 2010

Emprendiendo cartuchos o cómo agrietar las venas

Desde hace algún tiempo que vengo sentado en esta silla, imaginando una postración que la experimentación, encorvando la vista, la obliga imposible pero que el desaliento de la afónica vanidad la obliga eterna. La pretensión irrefutable de la hinchazón de una clase casi desierta siempre ha intentado someter perjuicios sin consolidar herencias, sin embargo, empujada hasta la gallardía más inicua, los ratones de la permanencia, solícitos de su inmortal frecuencia volátil y perseverante, lograron consolidar tres amuletos básicos, los amuletos de la resurrección:
a.) La liturgia del fraude. Especial manufactura artesanal. Contiene procedimientos inéditos. Restricciones penetrantes con manual de instrucciones sobre la implacable técnica del retorno.
b.) La querella del absurdo. Cultos inmorales de la astilla del alma. Contiene precipitaciones sinceras sobre un objetivo razonablemente pensado. Especulaciones sinceras de las consecuencias de aquella precipitación, extendidas al engreimiento de la experiencia personal. Calamidades frenéticas de un futuro mejor.
c.) El dictamen de la astuta misericordia. Penetrantes ruegos de miseria fraudulenta, falaz y dolosa. Contiene visiones extravagantes de un futuro peor. Manuales sempiternos de un resguardo aún indeseado. Letrinas honorables del pasado que paradas frente al mar alcanzan olores subterráneos.

Amen…

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