jueves, 18 de agosto de 2011

Delectación usual

J. E., heredero de lo incorrecto
B1
Hoy, ahora, lo que busca el hombre es volver a empezar…piensa unos pocos segundos, quiere dejar de pensar y vuelve miserablemente a caer en la misma misericordia olorosa que lo atormenta factualmente. Después de todo, sabe que mentalmente había sido ya previamente atormentado, y para él, eso, ya no es una noticia digna de recordar.
B2
Los acontecimientos habían logrado, a punta de calaveras y huesos, quizás algo de sangre y olor, construir un pequeño edificio de miserias cuyas columnas aún no lograban desaguar el líquido rancio con el que fueron fraguadas y esperaban un nuevo aviso para empezar a madurar.
La espera en la que el hombre estaba involucrado implicaba rehacer la metodología que lo dirigiría a la calma. Sin embargo, esa metodología era aún un esbozo aturdido de lo que pensaba que había sido la madurez en tiempos anteriores. Es así, de ese modo, de ese modo aún absurdo y pauperizado que el hombre empieza a construir, con vanos propósitos y engendros de ilusiones, una empresa que lo llevaría finalmente a la calma.
B3
Y, qué era lo que quería volver a empezar el hombre, la vida? Poco lo sabemos, solo nos habíamos enterado, por la turbias voces de una vecina chismosa y mal oliente, que el muchacho había sido siempre un hombre “difícil” al cual solamente unos escasos “intentos de hombres y mujeres” habían logrado penetrarlo y ahora nuevamente había retrocedido y cedido a sus banales impulsos del “intento”. Intento de que?, la increpamos; lujuriosamente nos contesto: “de vivir” y una roñosa pero bien oculta carcajada se nos dibujo en el alma pensando que la miseria había llegado al barrio hacía décadas, o quizás recién se estaba instalando con comodidad, pensamos en los momentos en que nuestra carcajada alcanzaba su máxima expresión, la miseria se está extirpando mediante impresiones, perspicacias y desarraigos.
El oral olor a muerte había invadido el barrio días antes. La vecina del frente , amiga de la chismosa, había muerto de un severo machetazo en medio cachete, “nunca se había metido con nadie” decían los asombrados consuegros, hermanos, primos y uno que otro voluble conocido, sin embargo la policía, ese cuerpo aún inerte, sin autoridad y menos ley, insistía en sus hipótesis “malsanas” que vertían un veneno rancio sobre las calles transformando el aire en dióxido de azufre, semen, sangre y postergada ética diciendo que lo sucedido no era más que una casualidad lamentable.
El otro, encontrado después de unos meses y con un estado de descomposición menor a la de la semi-chismosa, pues olía menos mal y emanaba menos designios de putrefacción, había sido, posiblemente exclusivo, se trataba de un engendro de pueril deformación facultativa. Era un hombre que parecía haber estado atormentado con su condición y prefirió herirse. Que hizo? Se había cercenado todas las partes en dos pedazos. Aún con vida pero con sus últimos alientos, según dicen los informes poco confiables de la medicina legal y de los apócrifos encomenderos judiciales que tras un “exhaustivo” análisis factual lograron determinar hechos del pasado, como legítimos arqueólogos del crimen, llegaron a la conclusión suprema que se trató de un suicidio ”sin precedentes”. El hecho realmente no tenía precedentes en los archivos físicos ni legales de la policía, sin embargo, encomendaba una duda que aún a nosotros nos atormentaba, por qué se había matado el muchacho, y que relación tenía con el barrio?
B Final
De la relación con el barrio supimos muy poco, sin embrago, como letargos anticipados del hecho nos habíamos aventurado a decir, con palabras “nobles” que el hombre se mató por convicción y que se trataba de “el hombre” y que nadie más que “el hombre” encarnaba, con carne ya fermentada, unos huesos y unas vísceras que en vida había sido de él, nuestro hombre.
B Epigrafial
Por desarraigados celos, decían los otros, imaginando como insípidos carruseles con caballos muertos, que lo que el hombre, ya muerto, había pretendido emprender con su nueva empresa, antes de matarse, no era más que una absurda delación de lo que vivía. Después do todo, decían, no somos solo periodistas….ja…